
Este día se conmemora con el objetivo de dar mayor visibilidad a esta patología y concienciar a la sociedad acerca de la misma.
La leucemia mieloide crónica (LMC) surge como consecuencia de una mutación adquirida en el ADN de una sola célula de la médula ósea. La célula mutada de la médula prolifera y sobrevive mejor que las células normales; si no se tratan, con el tiempo superan en cantidad a las células normales. El resultado típico de la proliferación descontrolada de las células de LMC en la médula es un aumento de la cantidad de estas mismas células en la sangre. La LMC no interfiere completamente con el desarrollo de los glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas maduros. Como resultado, la leucemia mieloide crónica suele ser menos seria que la leucemia aguda.
Puede que las personas con LMC no tengan ningún síntoma en el momento del diagnóstico. Estas personas pueden ser diagnosticadas luego de un examen médico por otro problema o como parte de un chequeo periódico. Los signos y síntomas de la LMC tienden a progresar gradualmente. Es posible que las personas con LMC se sientan cansadas y tengan dificultades para respirar al realizar las actividades cotidianas, tengan inflamación del bazo, tengan síndrome anémico, padezcan de sudores nocturnos, tengan incapacidad de tolerar temperaturas cálidas, padezcan disminución de peso.
Existen diversas pruebas para su diagnóstico, entre ellas podemos nombrar: Hemograma Completo, análisis citogenético (se realiza biopsia y aspiración de médula ósea, y se examinan las muestras para determinar si hay una anomalía cromosómica, como el cromosoma Philadelphia. La presencia del cromosoma Phi, el cromosoma número 22 acortado, en las células de la médula, junto con un conteo alto de glóbulos blancos y otros resultados característicos de las pruebas de sangre y de médula, confirman el diagnóstico de LMC), hibridación in situ con fluorescencia (FISH) (Un pequeño porcentaje de personas que presentan signos clínicos de LMC no tienen cromosomas Phi detectables por análisis citogenético, pero casi siempre tienen resultados positivos en la prueba de FISH en cuanto al gen de fusión BCR-ABL en el cromosoma 22), reacción en cadena de la polimerasa: (PCR) (es la prueba más sensible para identificar y medir el gen BCR-ABL).
La LMC no se puede curar totalmente. Con las farmacoterapias actuales, la mayoría de las personas diagnosticadas con LMC en fase crónica pueden esperar vivir con una buena calidad de vida. Las metas de la investigación médica sobre la LMC son desarrollar terapias curativas y reducir los efectos secundarios del tratamiento.
El enfoque del tratamiento para cada paciente es individualizado, basado en la fase de la LMC en el momento del diagnóstico, la edad del paciente (en particular cuando existe la posibilidad de un trasplante de células madre) y los resultados de las pruebas.
La meta en el tratamiento de las personas con LMC en fase crónica es restaurar los conteos sanguíneos hasta niveles normales, reducir drásticamente o eliminar completamente las células de LMC y mantener una calidad de vida aceptable. Se han aprobado tres fármacos: el mesilato de imatinib (Glivec®), el dasatinib (Sprycel®) y el nilotinib (Tasigna®), como terapia inicial para la LMC en fase crónica, todos ellos opciones razonables para pacientes recién diagnosticados.
La evaluación de la respuesta a la terapia con pruebas de sangre y de médula ósea es un elemento de importancia crítica del tratamiento para las personas con LMC. En general, cuanto mayor sea la respuesta a la farmacoterapia, mayor será el tiempo en que la enfermedad estará controlada. Otros factores que afectan la respuesta al tratamiento incluyen la etapa de la enfermedad y las características de la LMC de la persona en el momento del diagnóstico.